El rincón del director


Sintonizados por María con su Corazón
Lo hemos oído muchas veces: en Adviento nos preparamos a celebrar la primera venida de Jesús; renovamos nuestra esperanza de su última venida, la Parusía final; y sintonizamos el corazón para captar sus múltiples venidas en el día a día. Un tiempo precioso que nos llena de alegría y esperanza.
Por el contrario, para el nihilismo posmoderno,
hay poco que celebrar: la vida carece de sentido, lo que lleva al
resentimiento y hasta el odio hacia ella, por lo que en sus fiestas no
hay un motivo de felicidad honda, sino solo la búsqueda de excitantes
que nos saquen del aburrimiento de una vida gris. ¿Acaso no se está
cumpliendo la trágica profecía del personaje loco de Nietzsche?:
"¿Dónde
está Dios? Yo os lo voy a decir", gritó. "Nosotros lo hemos matado,
vosotros y yo. Todos somos sus asesinos. Pero ¿cómo hemos podido hacer
eso? ¿Cómo hemos podido vaciar el mar? ¿No vamos como errantes a través
de una nada infinita? ¿No nos persigue el vacío con su aliento? ¿No hace
ahora más frío que antes? ... Dios ha muerto y nosotros somos quienes
lo hemos matado!... Lo que el mundo poseía de más sagrado y poderoso se
ha desangrado bajo nuestro cuchillo. ¿No hemos de convertirnos nosotros
mismos en dioses para aparecer dignos de él?".
Frente a ese vacío angustioso, la fe cristiana nos lleva a reconocer con inmensa alegría que no somos un producto casual de la evolución, sino hijos de un Amor eterno que nos invita a disfrutar de su misma felicidad para siempre: "Ni ojo vio, ni oído oyó, ni cabe en corazón humano lo que Dios ha preparado para los que lo aman" (1 Cor 2,9). Desde esta certeza vivimos los momentos mejores y peores de la vida con sólidos motivos para celebrar las fiestas de nuestra fe, reconociendo, a pesar de las dificultades, que la realidad es positiva, que la vida es bella, que es bueno vivir en relación con los demás, que es gozoso juntarse con los hermanos. En último término, la fiesta significa reconocer que Dios es Verdad, Bondad, Belleza y Alegría, agradecerle el don de la vida humana, por el que participamos del Ser, y el don de la gracia, por el que recibimos filialmente su misma vida divina.
No, el camino a la plenitud humana no está en convertirnos nosotros en dioses, como pretendía Nietzsche, sino en asombrarnos de que el Dios todopoderoso se haya hecho uno de nosotros, y no al modo del superhombre del filósofo alemán y las ideologías transhumanistas, sino en la humildad y pobreza del Niño de Belén. Por eso, queremos prepararnos en Adviento a la gran fiesta de Navidad, no como una celebración de cumpleaños sin el que los cumple, sino esperando con María y José al Dios hecho carne que nos ama con Corazón humano.
Es la gran Esperanza que
Radio María lleva más de 20 años extendiendo en esta España que ha
renovado este año su consagración al Corazón de Jesús. Como Juan Bautista,
quisiéramos seguir dando voz a la Palabra. Si tú nos ayudas con tu
oración, compromiso voluntario y donativos, seguiremos haciéndolo muchos
años más.
¡Santo y feliz tiempo de Adviento!
Con mi bendición
